lunes, 4 de febrero de 2013
VIAJE POR MI SUBCONSCIENTE
Un juego en mi memoria
queriéndome engañar,
mi ser doblegar,
como un hechizo
arrastrándote a su truco inocente,
perdido en el magma de un volcán
que apagado y dormido está.
Parece tranquilo, en su fosa escondida,
nada le hace gritar y estallar.
No hay fuego huero,
es de magia y soñar.
Yace en tu colmenar
una nube mejor que al llover
moja el río de bendición,
nube de coacción
encendida en la furia del Señor,
negra en días de dolor,
suave y tersa en abriles,
agua que llega hasta el corazón
entorpeciendo la conexión,
agitando las hierbas
que han de ser arrancadas
no sin antes ser fumigadas.
Así me atormenta a mí el vacío
de una noche sin sentido
donde al buscar no encuentro nada,
donde es necesario sentir la helada
de las mañanas de febrero
que deleitan la fantasía de un hombre
que, al pasar, otros tantos
se quitan el sombrero
porque va derrumbando con su figura
fuertes y duras ligaduras
que ataban a todos ellos a la perdición.
Correspondidos de su actuación,
tuvieron efectos dominantes
descendiendo otro escalón,
y ahora aparece este gran altanero
con brisa suave, como viento derribante,
levantando con parsimonia velos distantes.
Me ahoga el humo externo
que al adentrarse en mis pulmones
rompe mis sueños, que moran en secreto.
Retorno y vuelvo a mi campo de energía,
donde Dios me honra cada día,
y gracias le doy con calidez
desde mis labios calmados por Él,
abrumada por la fuerza de su latir,
que estremece mi piel
recordándome lo grande que es sentir
el sentimiento de un beso de verdad,
desalojando los muebles viejos,
pues ya no adornan en su hogar.
Y así la memoria me quiso atormentar
con pasajeros que de nuevo conmigo
querían viajar.
No quise recibirles una vez más,
pues ya su hambre no podía yo saciar,
porque ahora mi alimento es la verdad,
y de verdad ellos no se pueden llenar.
Han de marchar para la próxima ciudad,
¡que tengan suerte en su viajar!
Pasajeros de un tren con grandes ventanales,
que escondidos entre naranjos
y verdes naturales
se escondían las tempestades.
Mirando a mi acompañante
me preguntaba, bajando la mirada
¿Sabrá él, el destino hacia la nada?
OH, mariposa encadenada,
que su metamorfosis no pudo cumplir
y en su caja quedábase atrapada,
¿viajabas tú? ¿O era el tren el que viajaba?
Ahí va mi pregunta indiscreta:
puedo hacértela, me llevas en tu maleta
¿apresurado quizás?
Sé que mi voz te hizo reflexionar,
vuelve a abrir tus ojos,
¡vuelve a despertar!,
¡fíjate bien por ese ventanal!,
el mundo que ves tan solo es el que quieres mirar.
Si de esta voz te has quedado impregnado
y quieres saber dónde la puedes hallar,
silencia la marcha del tren
que te hizo adormecer,
y ahí con los ojos abiertos,
ojos llenos de escarmientos,
vuelve a conquistar
la gloriosa forma de viajar:
ser uno con tu destino
sin ir a ningún lugar,
llegando más lejos
de lo que tus sentidos consideran normal.
Has emprendido tu marcha,
no vuelvas a mirar atrás,
deja que la nieve se derrita en tu cuerpo,
salta al vacío.
Ahora el frío no te puede congelar
María Arévalo García.
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