Serena mente y delicadamente,
casi entrando en excitación
se mueven suavemente,
las cortinas de mi habitación.
Despertando y dejando una brisa
que no es de este otoño,
me sacude por entera
tal cual flor en primavera.
La respiro, y mis sentidos
se vuelven fluidos,
sentada frente a la luz
del sol
que despierta mi pasión.
Miro sus colores,
traslúcidos se sueñan
y aparecen nuevos mundos
dentro de mi esfera.
Un rosa gigantesco
me susurra muy despacio
“ya es hora de barrer este palacio”
con agua y sal
y un poquito de aceite,
con la energía del norte
y mi mente durmiente,
sacando todo el poder de mi pecho latiente
decreto con firmeza
¡que esta reina vuelva a su nobleza!
y de repente la energía que soy
me abraza por la espalda,
me transporta hasta una playa
y ahí, en esa cala,
contemplo el movimiento de las aguas,
calmadas entre acueductos
aparece mi hombre galante
con un disgusto,
lo miro tiernamente
y lo acaricio desde mi mente
con mi cuerpo etérico,
él mi calor siente,
nos damos la mano
y las piedras del acantilado saltamos,
en una grande y hermosa reposamos,
nuestras miradas enlazamos.
Es de coco tu piel
que resbala como la de un bebé,
son mis manos
su mama, las que le quieren tranquilizar al llorar.
Dentro de nuestro manantial
aves que quieren a otros cielos emigrar,
nos damos las manos
los ojos cerramos,
y comenzamos con ellas a volar.
De repente el azul cielo
nos aclama y desde la luz de esta dama,
uno frente al otro
subimos por él,
hasta el anochecer
aquí todo es naturaleza viva y una fuente alargada,
con luces de colores a nuestras espaldas,
ahí nos abrazamos y tan solo contemplamos
este amor en este reino, que cada noche alcanzamos.
Todos mis amigos son transparentes,
no van vestidos y son muy inocentes,
pues van hasta la puerta principal
donde alguien, sus manos a los perdidos del mundo físico,
siempre nos da.
Una mariposa traviesa me alerta
y estando despierta,
entre las sábanas de mi cama secreta
sonrío con gracia a las hadas en mi estancia,
llevándome ellas hacia un gran monasterio,
aquí me esperan amigos de poder,
aquellos monjes que en el mundo físico no puedo ver,
camino tranquila con un compañero mas,
todos son amigos, de un pasado querido,
pero también son amigos de un plano escondido
hermanos puros inmaculados
unos de oro, otros granados,
servidores de la luz, que me esperan
en esta noche donde una gran piedra,
colocada en el medio especialmente para mi
me hace subir a ella.
todos me miran y con el fuego en sus báculos me iluminan,
esperan de mi la elevación de cada ser
ellos me quieren ver,
me ayudan a volver,
se prestan, a esta chispita loca encender
y así hago, con mis manos yo los muevo hacia lo alto.
De noche o de día.
Aquí el tiempo se para.
Y quiero empezar a caminar en equilibrio
entre la tierra y el cielo,
sin importarme mis miedos,
me digo, que el equilibrio
solo es un martirio de razón
y entonces suavemente lo despojo de mi interior,
pues todo es uno
y uno en el todo soy yo.
No hay dos mundos
Todo es uno, en sí mismo.
Recordando mi sueño especial,
una noche fenomenal
donde bajando unas escaleras,
me reciben seres de otro lugar.
Y ahí, yo sin verme, me veo
y desde ahí, desde el tercer escalón
te deseo.
De repente, mi frente te avisa,
aquí está la novia para esta misa,
mas es una ceremonia sencilla
y aunque no conozco a los invitados,
todos me aplauden tras mi llegado,
mas yo con timidez, solo pienso en ti
y contigo bailo-
Hasta aquí las experiencias mágicas
Que plasmo.
María Arévalo García.