jueves, 21 de febrero de 2013

NO VEO LA HORA




Universo negro que atraviesas el océano, equiparando mí domicilio remunerado en el delirio. Es un beso el mayor secreto de este viaje, cuando escucho mis pesares en la copa de los árboles.
Febril y austero, sin conocimiento del centro, te aprisionas rey de mi cuento. ¿Qué acontece bajo las sombras desterradas, por cada mirada eclipsada? El oasis del miedo sin fin, un verbo que no termina de resurgir.
Cuentan en mi historia, que la vida se controla sin barreras aleatorias, y escuchando mi trayectoria, descubro el templo de mi victoria.
¡cuántas madrugadas, donde mi suplicio se convertía en desperdicio! Con humos y vicios… con largas colas, cosidas en los telares de mi oficio.
Esto que me duerme y que me nubla, pasándose un centímetro cero de la luz a la penumbra, es una vertiente de la viva cal del mar, en mi occidente.
¡Sofócate enredo! De haber consolidado mi exterminio, porque subí del suelo con alas blancas, tras el personal exterminio.
No podrás, no! , deseo con peso que pesas en mí, no podrás!, atrapar tu más preciado fin, pues a disgustos me acostumbrasteis a ser pasajera de un lugar en la tierra, proclamado en quiebra. Y quiero sacarte tanto de mí…quiero tanto que te vayas… que no veo la hora de almorzar en la terraza, no veo la hora!!, me grito con fuerza, manos de agujas y tejedoras sentadas en sus talleres, mirando pasar los trenes, disfrutando desde la cercanía al ver sus sueños irse en sus vaivenes, no veo la hora!!, se gritan sin cesar, tras el aliento de añoranza al suspirar.

María Arévalo García.

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