Siento adolescer mi alma
al expandirse en sutilidad,
como un amanecer en calma
que me reclama tranquilidad.
Esa expansión tan dura y tan necesaria
para la evolución septenaria,
perdura y se hace visible
en ademanes, ahora flemáticos ahora sonrientes,
cuyas consecuencias serán vitales y coherentes
a los actos derivados de mi ser consciente.
Al administrar dicho proceso,
sin comerme mucho el seso,
me dispongo a dejar fluir el alma y el sentir,
pues no hay más opción que vivir.
Cuando la sombra del delirio
esté conquistando mis últimos momentos,
sentirá mi ser un gran alivio
al liberarse de su envoltura,
de esa piel densa y dura
carcomida por los años,
curtida y sin retroceso,
será pasto en el camino.
Me veré postrado en el lecho
en cuyos muelles descansé,
en cuyas sábanas amé
y en cuya almohada lloré,
mas me queda un buen trecho
para alcanzar lo que siempre anhelé,
esa otra existencia
a la que realmente pertenece mi esencia
y a la que no me negaré.
Me iré pues despidiendo de mi antigua armadura,
agradeciéndole su amable cordura,
discúlpame si te maltraté.
Sinoé Sácher Jiménez.
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