Veo sombreado el eterno bosque de tejidos latentes,
aleteando y sublimado por el suspiro interno de voces candentes,
al pasar de una onda oblonga a otra y en pendientes,
es cuando se tensa el agridulce olvido
del recuerdo ardiente y no vivido,
es cuando el Todo se vuelca en mí,
fluyendo de par en par,
cuando mi alma es el mar
y el aire está hirviendo en toda su extensión solar.
Contemplo soleado,
el ambiente árido pero acaramelado,
de las tiernas lomas de mis emociones,
aromatizado por perfumes ordenados
de simples causas pendientes ya no a mi alcance,
más que en consecuencia subyacente y en trance,
observo y escucho el delicado canto de mi corazón,
a veces tosco, a veces pardo en su son,
pero siempre fiel a su contracción y expansión,
de sus gloriosos pálpitos de bombeo
extraigo airosos hálitos de devaneo,
que completan pero no finalizan este ciclo,
de observaciones íntimas del periplo,
sino que retroalimentan mi propio ser vivo.
Sinoé Sácher Jiménez
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